Vivimos en un mundo que premia y alienta la cantidad y la acumulación. Las palabras altas capacidades parecen cumplir los anhelos más profundos del sistema económico de libre competencia preponderante: entre más alto, mejor, y si ese adjetivo se aplica a la capacidad, sin importar a qué capacidad nos referimos, también será mejor.
Pero por decepcionante que parezca, en la realidad que hay detrás del término “altas capacidades” esas expectativas se desmienten. Es cierto que algunos padres entran en la sospecha de las altas capacidades de sus hijos cuando notan algún rasgo atractivo como su inusitada creatividad, y que a muchos nos gusta la idea de ostentar un IQ destacado; pero también es verdad que ese rasgo en particular coexiste al lado de otros varios y múltiples rasgos que no son tan “lindos” o que no serían el tema de una plática en la que presumimos sobre nuestros hijos y sus peculiaridades.
El temperamento de Pablo
Pablo, de siete años, siempre ha sido muy creativo y con mucho interés por aprender, pero su personalidad ha estado marcada por su temperamento intenso. Desde muy pequeño, Pablo mostraba una gran frustración cuando las cosas no salían como él quería, especialmente en la escuela. Se enfadaba y se aislaba cuando los maestros no respondían a sus preguntas con suficiente profundidad.
Signos observados en Pablo:
- Perfeccionismo extremo: Se frustraba cuando no lograba resultados perfectos.
- Sensibilidad emocional: Experimentaba emociones intensas y profundas, lo que a veces lo hacía parecer temperamental. Por eso, a pesar de sus arranques, quienes conocen a Pablo siempre han sabido que es un chico de buenos sentimientos, sensible y lleno de buenas intenciones.
La madre de Pablo comenzó a preocuparse seriamente cuando él tuvo ataques de ansiedad. Decidió buscar ayuda profesional y, a través de una evaluación, descubrió que Pablo tenía altas capacidades intelectuales.
Valeria y su propio ritmo de aprendizaje
A los seis años, Valeria leía libros para adolescentes y mostraba un interés profundo y un entendimiento por temas científicos correspondiente a un estudiante preuniversitario. Sin embargo, también tenía dificultades para socializar con sus compañeros de clase. Prefería la compañía de adultos y a menudo se quejaba de que sus amigos no la entendían. De hecho, sus pares también se quejaban mucho de algunos rasgos de la forma de ser de Valeria.
Signos observados en Valeria:
- Aislamiento social: Valeria se sentía diferente y tenía problemas para conectar con sus compañeros, esto a causa del desarrollo asíncrono de sus capacidades intelectuales.
- Intereses avanzados: Prefería actividades intelectuales que no eran comunes entre los niños de su edad.
Los maestros de Valeria llamaron a sus padres y le dijeron que ella parecía distante y desinteresada en clase. Buscando una solución, la llevaron a una evaluación psicológica, donde confirmaron sus altas capacidades.
La actitud desafiante de Andrés
LA madre de André siempre describía a su hijo como un niño “difícil”. A los ocho años, Andrés mostraba una resistencia constante a seguir instrucciones en la escuela y en casa. Siempre hacía notar cuando la gente ignoraba o violaba reglas, instrucciones oficiales o procedimientos establecidos. Sus maestros comentaban que era muy disruptivo y que cuestionaba constantemente la autoridad.
Signos observados en Andrés:
- Conflicto con la autoridad: Andrés cuestionaba las reglas y las instrucciones (o su aplicación) de manera persistente.
- Aburrimiento académico: Se aburría fácilmente con las tareas rutinarias y buscaba estímulos más desafiantes.
Preocupada por el comportamiento de Andrés y su constante conflicto con los maestros, su madre decidió buscar ayuda profesional y, tras una evaluación, descubrieron que Andrés tenía altas capacidades. El diagnóstico ayudó a Carolina a entender que su comportamiento era una manifestación de su necesidad de desafío intelectual.
Signos incómodos
Los ejemplos de Pablo, Valeria y Andrés muestran cómo las altas capacidades pueden manifestarse de maneras que inicialmente parecen problemáticas. Aquí algunos signos clave que los padres pueden observar:
- Perfeccionismo: Los niños con altas capacidades pueden frustrarse fácilmente cuando no logran resultados perfectos.
- Alta sensibilidad emocional: Experimentan emociones intensas y pueden parecer temperamentales.
- Alta sensibilidad sensorial: Se sienten abrumados o excesivamente incómodos ante la presencia de ruidos fuertes, ciertos olores, ciertas texturas al tacto, etc.
- Aislamiento social: Pueden tener dificultades para conectar con sus compañeros y preferir la compañía de adultos.
- Conflicto con la autoridad: Cuestionan constantemente las reglas y las instrucciones o la manera en que se aplican, porque tienen una escala de valores particular
- Aburrimiento académico: Se aburren fácilmente con tareas rutinarias y buscan desafíos intelectuales. A veces terminan con rapidez sus ejercicios y quedan con tiempo “libre” que incomoda a los docentes y a otros escolares. A veces ni siquiera acometen las tareas.
Responde un cuestionario para saber si tu hija(o) podría tener altas capacidades.
Los signos no son ni buenos ni malos
Aclaremos algo: los signos o señales de una condición no son buenos ni malos (ni positivos o negativos). Podrían ser desafíos en cuanto a nuestra convivencia y también podrían llegar a representar ciertos riesgos (como el de alimentar una autopercepción falsa), pero en realidad no son feos o lindos.
Tal como ocurre con todas las condiciones, reconocer todos los signos, aunque parezcan incómodos, es crucial para proporcionar el apoyo adecuado a los niños con altas capacidades. Si observas alguna de estas señales en tu hijo o hija, considera buscar una evaluación profesional para confirmar tus sospechas y encontrar los recursos adecuados.